viernes, 9 de diciembre de 2011


Los macroparadigmas  y el compromiso político en la Historia ¿Meramente una construcción epistemológica?: Una revisión a la luz de los casos de Annales y los historiadores marxistas británicos.

Luego de recorrer la historia de la historiografía a lo largo del siglo XIX y XX vemos dentro de la historia de los llamados “macroparadigmas” (o “historia social”) dos corrientes historiográficas se destacaron y sentaron base en el estudio de la Historia a lo largo del último siglo: el marxismo de los historiadores británicos y Annales. Lo que va caracterizar a estas escuelas (si podemos considerar la corriente francesa con esa denominación) será la pretensión de llevar a cabo explicaciones de la realidad por métodos científicos para encontrar recurrencias en la larga duración. Por lo tanto para realizar dicho proceso se debe prescindir de la lógica de los actores y centrar el análisis partiendo desde las estructuras, considerándose de esta forma una “historia estructural”. Precisamente, comenzando por desarrollar este punto, me planteo diferenciar la concepción del tiempo tanto en el marxismo británico como en Annales. No pretendo realizar en este trabajo una descripción de las mismas en cuanto a su producción histográfica, influencias o iniciar un derrotero sobre sus integrantes y “generaciones”, sino ver las diferencias entre ambos modelos.
Antes de realizar estas operaciones, que igualmente son válidas para comprender en su totalidad dichos modelos, pretendo explicar como entendieron, conceptualizaron, teorizaron y llevaron a la práctica algunos conceptos historiográficos fundantes para el oficio del historiador. En la segunda parte del trabajo, intentaré dar cuenta de que las elecciones tomaron y privilegiaron, no fueron arbitrarías ni sin sentido. Por lo contrario, creo que en la misma teorización del problema histórico se encuentran los indicios para la realización de una práctica política, concisa y dirigida a fines. No es necesario aclarar que no existe la objetividad en la Historia, uno puede tender hacia ella, persiguiéndola como un fin, pero nuestros valores, creencias, costumbres, tradición y conciencia van a hacernos tomar una postura respecto a determinado hecho histórico al cual le formularemos determinadas preguntas según el caso.
De esta manera, en esta primera parte voy a formular una pequeña conceptualización sobre el nacimiento y desarrollo de ambas corrientes, para luego tomar tres ejes sobre los cuales el marxismo británico y Annales difieren radicalmente que son: la concepción del tiempo, estructura, coyuntura y transición.

Nacimiento y desarrollo
El núcleo central de los que se acostumbra a llamar “los historiadores marxistas británicos” surge después de la Segunda Guerra Mundial entorno al “Grupo de Historiadores del Partido Comunista Británico” fundado en 1946, compuesto por Rodney Hilton, Christopher Hill, Eric J. Hobsbawm, Victor Ciernan, George Rudé, E. P. Thompson y Raphael Samuel a los que habría que añadir, entre otros, al economista Maurice Dobb y el arqueólogo australiano Gordon Chile. Este grupo comenzará a colaborar en publicaciones comunistas de un alto nivel intelectual y de una gran interdependencia, como la revista Marxism today y la colección de folletos Our History[1].
En nacimiento de Annales surge en 1929 cuando Lucien Febvre (1878-1956) y Marc Bloch (1886.1844) de la Universidad de Estrasburgo fundan los Annales d´ historie économique et sociale (desde 1945, Annales. Économies, Sociétés. Civilizarions, a partir de 1991, Annales. Histoire-Sciences Sociales). Su propósito era ofrecer una alternativa a la práctica historiográfica dominante, superando el enfoque político-diplomático y militar. De hecho, la renovación historiográfica de Annales se basó en la enorme ampliación de los campos de trabajo y el uso de métodos de investigación  estadísticos, económicos, sociológicos, demográficos
Se cambia el objeto de estudio, que pasa a ser el ser humano que vive en sociedad. Todas las manifestaciones históricas deben ser tratadas como una unidad, que sólo existe en la realidad social, en el tiempo y en el espacio. Las barreras cronológicas y espaciales se vuelven artificiosas y el estudio histórico debe centrarse en sociedades concretas, delimitadas en el espacio y en el tiempo.

Concepción del tiempo histórico y la “estructura”
Al ver la conceptualización que realizan sobre el tiempo el marxismo histórico el marxismo asienta su teoría sobre el materialismo histórico, entendiendo el proceso histórico como la sucesión de modos de producción. En el caso Annales dividirá al tiempo histórico en tres tiempos; la conocida tríada de  tiempo geográfico, tiempo social y tiempo individual
En cuanto a la definición de “estructura” Annales, ha identificado a éstas como los marcos de larga duración en los cuales se inscribe la historia. Como plantea Braudel “el problema es que todas estas realidades tienen ritmos diversos: hay unos ciclos económicos, una coyuntura social y una historia particularmente lenta de las civilizaciones. Por debajo “mas lenta todavía, casi inmóvil, una historia de los hombres en relación con la tierra que los sostiene  los nutre”[2]. Asimismo cuando intenta dar una definición de estructura Braudel plantea que “por estructura, los observadores del hecho social entienden una organización, una coherencia, unas relaciones bastante fijas entre realidades y masas sociales. Para nosotros, historiadores, una estructura es sin duda conjunto, arquitectura, pero más aún una realidad que el tiempo desgasta y arrastra durante un largo tiempo[3]. Pero los peligros de esta tal concepción es finalmente la reducción del espacio a los problemas históricos en una “geo-historia” negando todo carácter de cambio en la Historia y condenándolo a la inmovilidad.
Dentro de este marco cobra importancia el rol que le otorga Annales a la geografía como deterministas de las relaciones sociales al contrario de los postulados del materialismo histórico donde el hombre modifica la naturaleza para su reproducción. Por  lo tanto, si el interés se orienta sistemáticamente más a los fenómenos estables que a los cambiantes, más a la “sincronía” que a la “diacronía” más a las “estructuras” que a los “cambios de estructura” es evidente que se da la espalda al espíritu propio del historiador.
Ahora tomemos a la postura de los historiadores marxistas británicos sobre la definición de la estructura. En el marxismo, en cambio, la “estructura” va a estar determinada por el modo de producción  siendo una estructura con diferentes “niveles” (económico, sociopolítico, espiritual). Estos niveles son interdependientes, incluso cuando se manifiestan, en tal cual o cual fase de su desarrollo, una cierta tendencia a la autonomía. Vale aclarar que no se trata de un esquema universal y que no plantea realidades eternas (como las que describe Braudel) y no va a englobar a toda la sociedad concreta, sino solamente de la realidad dominante, la que determina, en una sociedad.
Pero uno de los mayores logros de los historiadores marxistas británicos y que le es ampliamente reconocido es que  han sido partícipes de una problemática teórica común intentando “trascender la estricta noción económica de clase y llegar a solucionar el problema de la base-superestructura que ha dominado el marxismos desde sus comienzos desarrollando, de esta manera una historiografía marxista alejada del determinismo económico del materialismo histórico y reconduciéndolo hacia otros análisis, entendiendo el cambio social en el sentido más amplio”[4]. Lo que le interesa al marxismo británico, es entonces, más allá de las estructuras, sus mecanismos de continuidad y cambio y sus pautas de transformación, también nos concierne lo que de hecho sucedió.

La Historia se explica por el cambio
Pero ¿cómo explica el “cambio del tiempo” en la Historia Annales ya que no ve el cambio social. Para resolver esto, la segunda generación Annales construirá la categoría de “coyuntura”, definida como el conjunto de las condiciones articuladas entre sí que caracterizan, en momento en el movimiento global de la materia histórica.
El signo más visible para de estas coyunturas se manifiestan en los movimientos de los precios de las mercancías (como lo ejemplifica “El Mediterráneo…” de Braudel) observando toda la actividad económica en su conjunto: producción, intercambios, empleo, incluso la población y en relaciones entre el movimiento de los precios y los ingresos (salarios, beneficios, rentas).
A partir de esta construcción, los historiadores de Annales se han habituado cada vez más a describir la contradicción entre una historia que se transforma rápidamente y otra “silenciosa” de ritmo casi inmóvil en términos de estructuras y coyunturas, las primeras denotado realidades a largo plazo, y a corto plazo las segundas donde “es evidente que existen diferentes clases de estructuras, lo mismo ocurre con las coyunturas, variando unas y otras en duraciones”[5].
Diferente concepción del cambio del tiempo poseen los historiadores marxistas británicos. Hobsbawn culpa de todos los males a los aportes que realizó la antropología a Annales planteando que “a excepción de aquellas corrientes como la marxista, el grueso de su pensamiento no se ha interesado por esos cambios. Es más, podría decirse que muchos de sus modelos analíticos-como el caso de la sociología y la antropología social-han sido sistemáticamente y exitosamente desarrollados abstrayéndolos del cambio histórico”[6].
Por el contrario, para explicar el movimiento cronológico los historiadores marxistas británicos va a tomar el concepto de “transición”, heredado del materialismo histórico para explicar la ruptura de la estructura y el desenvolvimiento del cambio social utilizando el concepto transición de  Marx para designar al período o fase en el que se produce la transformación de un modo de producción en otro.
De esta manera la transición va a constituir una fase muy particular de la evolución de una sociedad, la fase en que esta encuentra más dificultades, cada vez mayores –sean éstas internas o externas- de producir el sistema socioeconómico en el cual se basa y empieza a reorganizarse de una manera un tanto rápida y violenta, sobre la base de otro sistema que, finalmente, por su turno, se torna la forma más general de las nuevas condiciones de existencia.
Comprender a la sociedad como el resultado de los procesos diversos y múltiples de producción y reproducción de los seres humanos y sus relaciones, y que por lo tanto existe en constante cambio y transformación. Esos cambios pueden ser esenciales o no, es decir, pueden alterar o no la determinación cualitativa del sistema de relaciones sociales. Cuando el marxismo intenta explicar el cambio se requiere de una sólida concepción de la dinámica y estructuras sociales y lo que se ha llamado las “transformaciones sociales de corta duración, que se extienden por unas cuantas décadas o generaciones”. Estos son períodos relativamente breves durante las cuales la sociedad se ve reorientada y transformada, como por ejemplo, la revolución industrial. En suma, las estructuras, en término marxista, analizadas anteriormente, se desestructuran y se reestructuran a través de la crisis y de la lucha de clases combinadas,

Compromiso político y ciencia
Al analizar la construcción epistemológica de dichas corrientes historiográficas se vislumbra simultáneamente una práctica política. Como afirma Eric Hobsbawn, “la vida misma sería más sencilla si nuestra concepción de la historia fuera postulada exclusivamente por aquellos con quienes coincidimos en todos los asuntos públicos y aun en los privados”, pero agrega que hoy en día la historia social esta en boga y ninguno que la practican se molestaría en coincidir ideológicamente con sus colegas. Desde sus génesis los dos macroparadigmas se diferencian en algo respecto a su conformación, la idea de un partido que actué como “vanguardia intelectual” y que sirva de guía y respaldo para sus trabajos. Ese rol lo va a cumplir el PC dentro del grupo de los historiadores marxistas británicos
Hobsbawm reconoce que el establecimiento del Partido Comunista coaccionó a estos historiadores en su trabajo sobre el período. Sin embargo señala que “en los años 1946-1956, las relaciones entre el grupo y el partido habían sido impecables[7]. De esta manera, PC actuaba como aglutinador dirigiendo una línea política sobre la cual corresponderse. Finalmente con la publicación de Past and Present en 1952 se intentaron estrechar lazos con los historiadores no marxistas que compartían afinidades e intereses en comunes. La iniciativa de la revista fue de miembros del grupo, específicamente de Dobb, Hilton, Hill, Hobsbawn y John Morris. Pero la revista no fue publicada ni por el grupo ni por el partido. Tampoco se tuvo la intención de que fuera una revista limita a los estudios marxistas históricos y nunca lo ha sido.
La crisis política de 1956, con la intervención soviética en Hungría, alejó a buena parte de estos hombres de la disciplina del Partido Comunista y los dispersó pero, a diferencia de lo que ocurría entre otros países ninguno de ellos desertó del campo de una política progresista ni el abandono de su trabajo intelectual que, si bien con más libertad, conservaba lo esencial de su inspiración marxista.
En cuanto a Annales, como afirma Burguière, para entender su formación y origine es necesario tener en cuenta el complejo de relaciones de fuerza que se establecen entre las disciplinas a la vez competitivas y complementarias: también los marcos institucionales, definidos, por ejemplo, por su “organización universitaria” (por la dotación desigual de cátedras, institutos, organizados, por otro lado a partir de concursos), los marcos sociales (su mayor o menos prestigio en los medios cultos y su capacidad para influir en la opinión o en las esferas dirigentes) o epistemológicos (su capacidad para ejercer una hegemonía teórica sobre las demás disciplinas)”[8].
Pero al margen de los aportes de otras disciplinas, entre los que se cuentan la antropología, la economía y la sociología Annales no contiene una homogénea ideología entre sus miembros ya que “Annales es radical en el estilo pero académicamente en la forma y conservadora desde un punto de vista político; toca las cuestiones de historia económica y social sin riesgos de contagio marxista”[9]. Un dato a tener en cuenta: Para 1968 tiene entre sus filas a ex comunistas como Emmanuel Le Roy Ladurie (hijo de un ministro de Petainm que pasó personalmente por una etapa de ferviente estalinismo) o François Furet. Alain Besançon reconocerá luego “haber sido comunista no perjudicó nuestra carrera, todo lo contrario”. Quizás esta cita describa mejor el verdadero espíritu de la “historia académica” de Annales”

Conclusión:
Después de lo explicado podemos llegar a la conclusión de que en sus estudios Annales no se propone explicar el cambio social. Parecería que viéndola a la distancia, nos relata una historia lineal y sin conflictos. Vistos de esta óptica, el cambio social permanecería casi inmóvil, quieta, chata.
En tanto los estudios de grupo de los historiadores marxismos británicos, por todo lo anterior expuesto, logran, mediante el análisis de la lucha de clases y describiendo la transición explican el cambio social, cuando entran en contradicción las fuerzas productivas con las relaciones de producción.
De esta forma vemos como en uso de categorías analíticas y el uso que le dan, se vislumbra la ideología política de dichas corrientes. En este punto, Annales realizó sus producciones historiográficas en nombre de la objetividad pero la diversidad y la interdisciplinaridad en sus estudios no permitió que exista una vía política coherente entre ellos, la heterogeneidad entre sus miembros (que contaba con estructuralistas, funcionalistas, conservadores y marxistas) no posibilitó que se conforme una línea que guía sus estudios.
 En cambio, los estudios que realizaron los historiadores marxistas británico nunca perdieron de vista la dimensión política, esencial de esa experiencia ya que parten de un supuesto claro donde las relaciones de clase son políticas en cuanto siempre suponen dominación y subordinación, lucha y acomodación. También se plantearon la comprensión global del sistema, entiendo su lógica en su totalidad tratando de dilucidar la “omnipresente” presión del ser social sobre su conciencia a la cual proyectan para modificar el mundo que los rodea, diferencia fundamental respecto a la corriente francesa.


[1] En esta etapa, el grupo de los historiadores marxistas británicos también participo en defensa de las posiciones progresistas en los grandes debates historiográficos de su tiempo, como el del papel de la “gentry” en la revolución inglesa del siglo XVII o el de las consecuencias sociales de la revolución industrial (el “debate del nivel de vida”) y luego, partir de 1952 con la revista Past and Present (a la cual luego me referiré).
[2] Fernard Braudel, “El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en época de Felipe II”, México. FCE, 1953. p-207

[3] Pierre Vilar, “Iniciación al vocabulario del análisis histórico”, Barcelona, Crítica, 1982.

[4] H. Kaye “Los historiadores marxistas británicos, Universidad de Zaragoza, 1989.
[5] Para ampliar este concepto Braudel agrega que “la historia acepta y descubre múltiples explicaciones lo hace por desplazamientos verticales, de un plano temporal a otro. Y en cada plano se producen también conexiones y correcciones horizontales”, en F. Braudel, Ibid.

[6] En defensa del marxismo, Hobsbawm dice que “las tendencias sociológicas han logrado la exclusión de la historia, o sea el cambio dirigido (…) los patrones estructuro-funcionales resaltan lo que las sociedades tienen en común, mientras que lo que nosotros buscamos es precisamente las diferencias”. En Eric Hobsbawn, “De la historia social a la historia de la sociedad” en Marxismo e historia social, México, Tebeka, 1983.
[7] Eric Hobsbawn puntualiza que esto fue debido al hecho de que los historiadores “eran un grupo de comunistas tan leales, activos y comprometidos, como el que más, aunque sólo fuera por considerar que el marxismo implicaba pertenencia al Partido. Criticar al marxismo suponía criticar al partido y viceversa” en E. Hobsbawn Ibid.

[8] Alan Burguiére, “La historia de una historia: el nacimiento de Annales” en N. Pagano y P. Buchbinder, La historiografía francesa contemporánea, Buenos Aires, Biblio., 1993.

[9] Joseph Fontana, “La historia de los hombres”, Barcelona, Crítica, 1995.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Reseña de Susan Socolow, Mercaderes del Buenos Aires virreinal. Familia y comercio, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1991


Susan Socolow, Mercaderes del Buenos Aires virreinal. Familia y comercio, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1991.

Susan Migden Socolow, es profesora de la Emory University, Atlanta (EE.UU.) Además de “Mercaderes del Buenos Aires virreinal. Familia y comercio” cuya primera edición es “The Merchants of Viceregal Buenos Aires: Family and Comerse 1778-1810, ( New York, Cambridge University Press, 1978) con el cual se hizo merecedor del “Bolton Prize Honorable Mention” en 1979, es autora de “The Bureaucrats of Buenos Aires, 1769-1810: Amor Al Real Servicio Real”, (Durham, Duke University Press, 1987) y “The Women of Colonial Latin America”, (Cambridge University Press, 2000).
Además es co-editora junto a Louisas Hoberman de  “Cities and Society in Colonial Latin America, (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1986); y “The Countryside in Colonial Latin America” (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1996). También es editora de “Commerce and Politics and vol. 9:2, The Atlantic Staple Trade: The Economics of Trade”, London, Variorum, 1996. Desde 2005 es miembro honoraria de la Academia Nacional de Historia.

En su obra Susan Socolow va a centrar su estudio en los comerciantes del Virreinato de Buenos Aires a fines del siglo XVIII, un grupo que trato de revitalizar la economía del Imperio Español recomponiendo todo el sistema de comercio colonial asegurando los contactos mercantiles entre el Virreinato del Río de la Plata, creado en 1776, con la península Ibérica y que reoriento la organización de los espacios regionales y la integración económica, ya no hacia el Perú, sino hacia el flamante virreinato.
Utilizando técnicas prosopográficas (o biográficas de grupo) e incluyendo una biografía detallada de un comerciante para proporcionar un caso específico y así comprobar las pautas sugeridas por los datos sobre el grupo de comerciantes en conjunto, Socolow realiza una acertada radiografía sobre los comerciantes. De esta manera su estudio estará concentrando en las características demográficas y sociales, en las pautas de movilidad y reclutamiento intrageneracional, en el matrimonio, el parentesco y la fertilidad, en la identidad de un grupo y en el estilo de vida, y en los roles del grupo comerciante tanto en el aspecto ocupacional, como en el propietario, político y religioso.
En un notable estudio exhaustivo Socolow va a precisar la procedencia, educación, carrera comercial y movilidad social de un amplío grupo de mercaderes para definir, con una clara concepción weberiana, el concepto de “tipo ideal”. De esta manera va a tipificar al comerciante promedio de 1778 caracterizándolo como un sujeto que había nacido en España y había llegado a Buenos Aires en algún momento entre 1763 y 1766. Precisamente esta es una de las principales críticas que se le pueden realizar al planteo de Socolow, ya que caracteriza al “comerciante típico” en base a los documentos que encuentra y que le son funcionales para su modelo teórico.
Según su óptica los comerciantes eran generalmente hijos de grupos de la sociedad española de la clase media y media-baja. Esa afirmación surge de la idea de que en la cúspide de la escala social la carrera mercantil no era muy atractiva para los hijos de los profesionales o de los oficios militares, ya que estas dos ocupaciones se consideraban generalmente de mayor prestigio que la de los comerciantes. En el otro extremo de la escala social, parecía que los hijos de los artesanos, los trabajadores manuales y los obreros no especializados generalmente no se hacían comerciantes, porque les faltaba educación y capital. Sobre el origen de este comerciante, se va a aseverar que no era de origen vasco, sino que la mayoría provenían del centro y norte de España (Castilla, Santander, Asturias y Galicia) ya que se consideraban hidalgos y todos los comerciantes de Buenos Aires se titulaban Don y sus esposas Doñas.
Los comerciantes estaban entre los grupos más alfabetizados de la sociedad colonial pero la riqueza era el criterio más importante a alcanzar dentro de la sociedad. Como afirma la autora: “un desconocido industrioso podía, a través del trabajo intenso, la acumulación de capital, el matrimonio y el parentesco y un poco de suerte, abrirse camino en los rangos del respetable grupo medio de los comerciantes”.
En el segundo capítulo de la obra, se van a describir las redes de lazos matrimoniales, donde las pautas de los comerciantes son significativas debido a que están ligadas a pautas de movilidad social. De esta manera casarse con una joven de clase alta o media de una ciudad era la meta de todos los jóvenes comerciales. Asimismo, vale aclarar, que la dote era poco frecuente y no marcaba un símbolo de estatus en la sociedad colonial del Virreinato del Río de la Plata.
En esta parte de la obra, se nota la influencia de Branding (en su obra “Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), México, Fondo de Cultura Económica, 1975) ya que Socolow menciona al sistema de compadrazgo como la institución que establecía una relación especial entre dos personas a través de su participación conjunta en un ritual religioso y que se usaba para cimentar la amistad y las sociedades entre comerciantes que no estaba relacionados de otro modo.
De esta manera el matrimonio y el parentesco ritual vinculaban a los comerciantes de Buenos Aires formando poderosos clanes mercantiles. Las mujeres de los comerciantes, sus esposas e hijas, servían para reclutar nuevos comerciantes en los clanes, perpetuando de esta manera el grupo de comerciantes y forjando nuevas alianzas.
En cuanto al análisis de la economía virreinal esta estaba dominada por el capital comercial. En este aspecto la autora va a recurrir a otra tipología para clasificar a los comerciantes porteños en tres categorías de acuerdo a su actividad, poder económico y prestigio social: mayoristas, minoristas y proveedores de alimento. De la misma manera se menciona otras de las actividades que realizaban estos comerciantes, como por ejemplo, el contrabando.
También se describe el modelo generalizado de estructura y formas de intercambio (importación de manufacturas y formas de intercambio), así como los lazos que establece Buenos Aires con Madrid, Cádiz, Sevilla y Bilbao. Una de los grandes aportes que realiza la obra es explicar que sucede con la gran cantidad de capital sobrante cuyo destino era que volvía a invertirse en el comercio, en nuevos cargamentos de mercaderías castellanas y en barcos. Asimismo otra área de inversiones preferida por los comerciantes era la inmobiliaria ya que los comerciantes consideraban a la propiedad urbana (de gran importancia para conseguir crédito hipotecándolas), para uso personal o comercial, ya que garantizaba una inversión segura sin los riesgos de las inversiones fluctuantes de la actividad comercial.
En el cuarto capítulo Socolow va a describir el estilo de vida de estos actores sociales, catalogándolos como un grupo social urbano. Va a realizar la descripción de sus viviendas, sus bienes, vestimentas y reconstruyendo los lugares de sociabilidad (como las tertulias).
En cuanto a la participación religiosa los comerciantes de Buenos Aires eran uno de los grupos más devotos de la sociedad colonial. Como magistralmente analiza la autora una de las funciones realizadas por los comerciantes era la de síndico (tesorero) de las órdenes religiosas de la ciudad. Los comerciantes formaban parte de cofradías, cuyo principal propósito era promover el culto público a través del patrocinamiento de ritos tales como misas, procesiones de adoración y rezos públicos del rosario. También realizaban beneficencias a través de capellanías que eran subsidios para las iglesias, instituciones religiosas o sacerdotes individuales.
También se va a estudiar a los comerciantes dentro de la sociedad colonial, su participación en el Cabildo de Buenos Aires y el Regimiento Urbano de Comercio. Socolow realiza un exhaustivo estudio acerca del problema del  libre comercio y las consecuencias del comercio de neutrales, explicando la división ideológica interna de los comerciantes como el enfrentamiento de dos formas de comerciar y de intereses contrapuestos.
Finalmente al final de la obra la autora va a materializar su modelo teórico en un comerciante en particular quien reunirá todas las condiciones del “típico comerciante” actuando de esta manera, como la demostración fehaciente de las evidencias previamente analizadas en los capítulos anteriores. El sujeto en cuestión es Gaspar de Santa Coloma, un comerciante porteño moderadamente exitoso que se encuentra dentro del grupo de mayoristas de nivel medio-alto. Aunque la mayor parte de su capital lo dedico a actividades bancarias y préstamos también participa en un número limitado de otras inversiones (las más grandes de éstas las hizo en propiedad urbana) a la vez que cuenta con una serie de empleados-aprendices para realizar sus tareas comerciales.

Conclusión
En “Mercaderes del Buenos Aires virreinal. Familia y comercio” Susan Socolow pretende caracterizar la figura del comerciante de Buenos Aires a fines del siglo XVIII, analizando sus prácticas económicas, sociales y políticas inmerso en una sociedad que le propiciaba tejer contactos y redes en su aventura en busca de la riqueza. Si bien Socolow realiza un exhaustivo rastreo documental (testamentos, dotes, papeles del Consulado, archivos parroquiales, correspondencia del AGN y del Archivo existente en la Iglesia de la Merced, Reconquista y Cangalló de Buenos Aires), queda, a fin de cuentas, presa de su modelo teórico weberiano, ya que por momentos parecería que encasille a los comerciantes que encuentra en dichas fuentes a la categoría de “comerciante-típico”.
            La utilización de la prosopografía le permite realizar dichas operaciones que, viendo los resultados finales, parecían que poseen una comprensión lógica y global dentro de su esquema. Pero, si abrimos un poco el panorama de análisis fuera de su modelo, vemos que la autora no realiza ningún aporte hacia el estudio de “los otros comerciantes”, los pequeños, en términos de intercambio y transacciones, como por ejemplo los mercachifles, pulperos y comerciantes provincianos. Quizás se le pueda aducir que no este análisis no sea motivo de su objeto de estudio, pero, sin dudas, al caracterizar sólo una parte de los comerciantes (los que aparecen los documentos) se pierden de vista irremediablemente una amplia gama de actores sociales, que son también, esenciales en las actividades económicas y política del espacio rioplatense.
            En suma, al margen de esta crítica, la obra de Susan Socolow esta bien estructura, posee una lectura clara y sencilla y acerca al lector una excelente descripción y caracterización de los sujetos económicos que actuaban en el Virreinato del Río de la Plata a fines del siglo XVIII, los comerciantes.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Reseña Sábato, Jorge Federico, “La clase dominante en la Argentina moderna. Formación y características”, Buenos Aires: Imago Mundi, 1991, 286 pp.


Sábato, Jorge Federico, “La clase dominante en la Argentina moderna. Formación y características”, Buenos Aires: Imago Mundi, 1991, 286 pp.

El libro de Jorge Sábato (1938-1995) debe ser visto dentro del debate desarrollado en los años ’80 sobre la capacidad innovadora del empresariado discutiendo el carácter conservador del mismo. El autor comenzó su investigación, bajo el aporte de CISEA, sobre la formación y características de la clase dominante argentina en la segunda mitad de la década del setenta. La primera parte del libro que concentra las ideas principales fue distribuido a partir de 1971, en tanto que los otros dos capítulos se realizaron entre los años 1982 y 1983. Por lo tanto, el libro reúne las investigaciones del autor desde los setenta y principios de la década del ochenta pero que logran tener una coherencia dentro de la obra ya que logran comprenderse articulando diferentes ejes acerca de la temática abordada.
En la primera parte titulada “Notas sobre la formación de la clase dominante en la Argentina Moderna (1880-1914)” se encuentra la hipótesis principal del libro: los grupos económicos del siglo XIX habían tenido un comportamiento netamente capitalista, y no "colonial", para obtener ganancias, gracias a "una vocación comercial muy alerta para aprovechar las oportunidades de un mercado internacional cambiante".
El elemento básico y fundamental que habría producido el desarrollo económico argentino en ese periodo estaría constituido por las “ventajas comparativas” de la región pampeana para la producción de bienes agrícola-ganaderos en el contexto mundial, lo que se habría expresado en la existencia de la “renta diferencial”.Ese comportamiento consistió en aplicar un criterio racional a los factores de producción disponibles: mucha tierra, poca gente y poco capital. De lo que resultó la formación de empresarios con inversiones diversificadas en agricultura, ganadería e industria -según fueran las coyunturas del mercado-, con altos ingresos y bajos riesgos. El autor considera la diversificación de inversiones como un rasgo diferenciador y específico del caso argentino, dicho comportamiento se habría originado en las características que asumió la producción agropecuaria pampeana –sucesivos booms exportadores más una naturaleza prodigio que ofrecía la posibilidad de sustituir actividades de acuerdo a las señales de los mercados- reubicándose desde la elite terrateniente hacia el conjunto del gran empresariado.
Según Sábato, en la evolución económica de nuestro país no hubo un sistema "puro" sino uno "dominante", donde "junto a la cuestión de la tierra, las actividades comerciales y financieras constituyen la clave de la consolidación y comportamiento de la clase dominante en la Argentina" de fines del siglo XIX. Es ahí donde subyace en el autor la idea del empresariado argentino como una clase "parasitaria", que ha valorado -y aún valora- la centralidad de los elementos financieros por encima de los de producción.
Por lo tanto, si además la clase dominante se encuentra implantada en el comercio y las finanzas, dispone de grandes posibilidades de dispersar riesgos entre distintas actividades productivas y de aprovechar con gran rapidez coyunturas favorables, por lo que la clase dominante habría resultado mucho menos conservadora en el momento de incorporación de lo que la concepción tradicional de hecho sugiere.
Claro ejemplo de esta actitud se ve en la posición de los invernaderos ya que en la medida en que el grueso de la producción ganadera de los criadores se destinaba al mercado interno, les resultaba imposible imponer precios diferenciales a los novillos destinados a invernada. A ello contribuía obviamente el que el invernador, al no necesitar inversiones fijas y requerir poco trabajo, actuaba más como comerciantes que como productor. El motivo de esta predilección es que la invernada (que se hace importante a partir de 1910) es que era mucho más rentable que la cría y que tiene más posibilidades de competir con la agricultura.
Aspecto esencial del libro es que al momento de realizar una tipología de la clase dominante, Sábato también aclara que es una clase muy poco fraccionada internamente, con un grado relativamente bajo en diferenciación interna en términos de comportamiento, existiendo al mismo tiempo de una fuerte estratificación en términos de riqueza y poder.
En cuanto a la evolución de dicha economía, el autor postula que en la formación de la Argentina moderna no hubo elementos precapitalistas ya que por el contrario, los mercados parecen haber funcionado con una magnitud y rapidez más acorde a los requerimientos teóricos de una organización capitalista. En tanto que su adopción a la división internacional del trabajo fue condición necesaria pero no suficiente para explicar la evolución de la economía argentina sino que residió en la unidad con la cual se conformó su burguesía y, en especial su homogeneidad y concentración en el estrato dominante.
Por lo tanto, había existido desde un punto de vista económico-social, una estrecha relación entre la consolidación del Estado nacional y la formación de la clase dominante reflejado en la creación y/o expansión de un conjunto de bancos estatales y el respaldo económico estatal imprescindible para atraer y garantizar las grandes inversiones de capital extranjero.
La primera parte se cierra con una serie de “Historias de vida” (entre las que se encuentran las de Amancio Alcorta, Miguel Alfredo Martínez de Hoz y Ernesto Tornquist entre otros) que sirve para ilustrar mediante estos ejemplos el desenvolvimiento y papel de la clase dominante en la Argentina.
En la segunda parte del libro: “Riesgo y adopción en el agro. Construcción de un modelo”, Sábato se pregunta por el desaprovechamiento de la pampa argentina y como el compartimiento peculiar de los productos, al diversificar tareas y llevarlas al comercio y finanzas, hace que se realicen fenómenos que van desde la tendencia a mantener grandes explotaciones hasta la forma de adopción de nuevas técnicas. Por lo tanto, la combinación de agricultura y ganadería ofrece la posibilidad de adaptarse a variaciones de mediano plazo, en las condiciones de mercado, lo cual puede implicar, incluso, que los ingresos netos promedios de los productores lleguen a ser mayores que los que obtendrían si se dedicaran exclusivamente a la agricultura.
Finalmente, la ultima parte del libro “Funcionamiento de la economía y poder político en la Argentina: trabas para la democracia” (realizado junto a Jorge Schvarzer) debe ser entendido en el contexto de producción en el que fue elaborado (1982, la transición hacia la democracia). Aquí Sábato se pregunta por la peculiar organización del poder económico y político del país que ha creado una experiencia histórica cuyas consecuencias se observaban en el comportamiento de la clase dominante que (conciente o inconsciente) deseaba que el sistema fuera permanentemente inestable tanto en el aspecto político como en el económico.

Conclusión:
La clase dominante en la Argentina moderna” es un clásico en la historiografía argentina y su lectura fue el principio de un debate sobre las características y el rol de la clase dominante argentina
Su original hipótesis se resume en el carácter altamente especulativo del comportamiento económico de la elite empresarial del país, la fórmula de su éxito económico y su consolidación como clase dominante, a la vez que una causa decisiva del estancamiento económico del país en el largo plazo. De manera que la posición subordinada a la Argentina en el mercando mundial no dependió de la especialización ni del papel de los capitales extranjeros ya que la causa, tanto de la expansión como del estancamiento, fue el comportamiento de esta clase dominante, su homogeneidad y concentración de riqueza que conllevo a una preferencia por otras actividades no productivas, como actividades financieras y especulativas que si bien es la principal característica del comportamiento de la oligarquía, tiene como requisito la necesidad de una masa de capital líquido disponible para invertir en aquellos sectores de la estructura económica que puedan generar un beneficio inmediato con escaso o ningún riesgo.